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Son las 5:55 de la mañana, y 337 corredores nos disponemos a cruzar la provincia de Valencia de este a oeste a traves de 96kms y 4000 metros de desnivel positivo. Estamos nerviosos, fríos y ansiosos por empezar a correr. El control de dorsales no se hace largo y con un par de minutos de retraso sobre la hora prevista salimos todos juntos desde el polideportivo de Puzol.  Somos un rastro de luces blancas y rojas que sube el Monte Picayo. Los mismos colores que nos acompañarán hasta meta: las líneas blancas y rojas que marcan la ruta de Gran Recorrido y que acabarán grabándose en nuestra memoria.
En el tramo técnico de las Penyas de Guaita encontramos el tapón de casi 20 minutos. Con la ayuda de una cuerda y de uno en uno salvamos ese último desnivel y nos lanzamos cuesta abajo a la búsqueda del Pico del Águila. Conozco la ruta como el pasillo de mi casa: si apagara el frontal, podría seguir corriendo. He subido por aquí mil veces, pero la táctica es no gastar ni un gramo de energía en las subidas y tener fuerzas para correr en cualquier tramo que se deje correr. Así que poco a poco salvamos el desnivel y cuando llego arriba me lanzo cuesta abajo por la senda de Segart hasta el avituallamiento donde me espera Vicente preparado para su sector de 35kms y más de 1500m+ hasta Gátova. Yo llevo 2h10’ pero estoy como si acabara de salir de mi casa. Recargo agua, isotónico y por la Canal.
Subimos juntos al Garbí, con la misma estrategia amarrategui y poco a poco sumamos kilometros en las piernas. Pasamos el avituallamiento de Serra (3h45’) y nos desviamos por un tramo nuevo de esta edición que sube y sube. No solo acumulamos kilómetros, también metros de desnivel. Es hora de sacarle brillo al coco: quedan la friolera de 70kms y no es recomendable perder la cabeza. Bastante locos estamos ya. 
Km 47, a punto de llegar a Gátova
Aunque nos parece mentira llegamos alegres pero bajo un aguacero a Gátova (km47,5). Yo me encuentro bien, realmente bien para llevar 7h25’ de carrera. No me duele nada, quizás un poco la espalda de llevar la mochila y un algo de escozor en la planta de los pies, pero por más que escanee mis constantes vitales no encuentro ninguna señal de alarma. Todo va tal y como estaba planeado. Aquí en Gátova aprovecho para cambiarme de ropa. La familia de Vicente me ha traido una bolsa con ropa seca y tras dar buena cuenta de un par de platos de arroz con tomate me cambio al resguardo del coche, y tras la despedida con el sherpa #1, salgo dirección Montmayor.
Nada más salir de Gátova hay una subida fuerte pero estoy prevenido y meto la reductora. Una vez arriba, empieza una pista llana muy larga donde aprovecho para trotar bien. Por suerte, deja de llover y parece que el tiempo nos va a dar una tregua. El azar hace que me empareje con otro corredor y juntos vamos dándonos conversación haciendo más amena la travesía.  Yo aún no lo sabía pero haríamos juntos los 50kms que nos separaban de La Pobleta. Hablando de carreras pasadas y futuras acumulamos más kms en la saca. En el km64 se nos aparece en medio del monte quemado mi hermano, el sherpa #2, que nos acompañará hasta meta metiéndose entre pecho y espalda 32kms, 5h45’ de viaje a pata y más de 1000m+. Con él llegamos al avituallamiento de Montmayor (km66,4) con un tiempo de 10h35′, más o menos cuando el ganador llegaba a la ducha. Nosotros tenemos prisa por llegar cuanto antes a Sacañet y estirar las horas de día todo lo que sea posible. Pero ni por esas… parece que Sacañet lo hayan movido del mapa, porque se nos hace de noche y no aparece. Los gps no nos ayudan demasiado y tal y como estaba previsto, vuelve a empezar a chispear, a veces con más intensidad y otras con menos, pero la temperatura cae en picado y las rachas de viento empiezan a doler dejando una sensación de frio que se te mete en los huesos como si fueran cuchillos. Poco antes de llegar un voluntario nos advierte que en La Bellida hace mucho mucho frio y que nos abriguemos bien en Sacañet. Cuando por fin llegamos, bebo dos vasos de caldo caliente y dejo de especular con la ropa. Me la pongo toda: dos camisetas térmicas, una de manga corta, cortavientos y chubasquero. Ni con eso me quito el frío de encima.
Nos enfrentamos a la Bellida, y sinceramente, me decepciona porque esperaba más dureza aunque agradezco que sea así. Es una subida constante de 6 kilómetros pero tendida y que se deja subir sin perder el ritmo. Solo nos queda un avituallamiento, pero el clima está haciendo de las suyas. Por más que corra, no me quito el frio de encima. Cuando el viento sopla, es como si me apalearan. 
Km80. Noche y cenizas.
Poco a poco llegamos a Canales, a 10kms de meta. Llevamos poco más de 15h de carrera y nos planteamos no parar. El estómago está totalmente cerrado y ahora que el frio nos lo hemos quitado a base de sudar, entrar en un bar es fácil pero salir es un suicidio. Sin embargo, nuestro compañero de fatigas todavía tiene una capa más de abrigo en la mochila y decide parar a ponersela. Nosotros le esperamos y aprovechamos para tomar una taza más de caldo caliente. Cuando salimos, el frio es tan exagerado que nos lanzamos a la carrera como si fuera una voltaapeu. Ya no nos importan ni las horas ni los kms recorridos: era esprintar o sacar la manta térmica.
Hasta Canales he ido bien, pero a partir del km86 las fuerzas desaparecen. Simplemente se me van. Me invade una sensación de vacio y cansancio dificil de describir. No es dolor, es simplemente un frio extremo y un ligero mareo que no se va. El terreno está peligrosísimo, lleno de barro y piedras. Damos varios patinazos pero no caemos ninguno de los tres. Decidimos en voz alta no arriesgar lo que hemos ganado hasta ahora. Avanzamos andando y trotando pero suave, muy suave. La pena es que el ritmo es lento y los kilómetros no cunden, pero no podemos avanzar más deprisa sin arriesgar.
Por fin vemos Andilla como una promesa dibujada en mitad de la oscuridad. Ha dejado de llover y el terreno es un barrizal pero ha despejado y se ven la luna y las estrellas. La luz de los frontales se han quedado en nada porque les llevamos fundiendo las pilas desde hace horas. pero cualquiera se para ahora a cambiarlas. Pasamos Andilla y casi sin darnos cuenta estamos a punto de entrar en La Pobleta. La organización ha tenido el detalle de poner el arco de meta justo en la entrada del pueblo y pisamos apenas 100m de asfalto. Por fin estamos en La Pobleta, sin fuerzas ni cabeza para darnos cuenta de lo que hemos conseguido. Pero lo hemos conseguido. Hemos hecho algo más de 96kms en 16h43’25». 
Es posible que lo hubiera hecho de todos modos, y es cierto que había entrenado para ello, pero no quiero ni imaginarme cómo ni cuanto habría sufrido sin ser parte de éste equipo. Vicente Suay corrió durante 5 horas y 15 minutos a mi lado y mi hermano Pau lo hizo durante 5 horas y 45 minutos.
Gracias, team, por hacerme sentir tan feliz y tan orgulloso de correr a vuestro lado.


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